Las redes sociales, ¿qué pasa con lo que compartimos?
Por: María Isabel Argüero Rodríguez, estudiante de Comunicación del Tecnológico de Monterrey
“Una revolución digital”, “un vínculo entre internautas”, “un medio para compartir información de manera inmediata”, son solo algunos de los atributos que se les ha dado a las redes sociales desde hace más de una década.
Estas comunidades digitales siguen creciendo de forma acelerada alrededor de todo el mundo; actualmente son utilizadas por más de la mitad de la población, de acuerdo con el Digital Report 2022 realizado por We Are Social y Hootsuite.
La popularidad de las redes sociales es evidente, de ahí que cada 30 de junio se conmemore el Día Mundial de las Redes Sociales y el impacto que tienen en nuestras relaciones interpersonales; también es una fecha para recordar que toda interacción social implica actuar con responsabilidad, porque, así como nos abren oportunidades, también nos enfrentan a distintos riesgos que recaen en el poder que tienen en la vida de sus usuarios.
Utilizadas con diversos fines y en distintas disciplinas, se posicionan como un instrumento para facilitar la transmisión de mensajes, ya sea de carácter académico, informativo, recreativo o publicitario, siendo este último un punto para detenernos a analizar.
Entre más nos exponemos a los estímulos de la Web, las grandes compañías han optado por dirigir sus esfuerzos y estrategias a la personalización de una oferta según el perfil de cada consumidor, “apelando a sus gustos, intereses y necesidades de forma individualizada”, explica Flor de Esteban, socia de Deloitte, una de las consultoras con mayor presencia a nivel global.
Aun cuando esto puede resultar atractivo para algunos cibernautas, es importante destacar que el primer paso para obtener una experiencia particular recae en la identificación, un proceso encargado de recopilar datos básicos, a fin de conocer cómo satisfacer nuestros deseos. Esto me lleva a cuestionar, ¿qué otros usos se le pueden estar dando a nuestros datos?
Se encuentra por ejemplo el caso de Cambridge Analytica, compañía que en 2016 utilizó datos personales de Facebook con el objetivo de dirigir mensajes personalizados a los votantes indecisos en las elecciones del 2016 de Estados Unidos.
Quizás sea uno de los escándalos más conocidos en los últimos años en cuanto al registro de información personal se refiere: la compañía incluso alegaba haber creado perfiles de “hasta 240 millones de estadounidenses y se jactaba de tener entre 4,000 y 5,000 puntos de datos en cada uno”, relataba en 2019 BBC News.
Para Amnistía Internacional se habla entonces de la monetización en la obtención de información, un modelo para predecir las acciones o actitudes de usuarios conforme a perfiles determinados, siendo utilizados con propósitos publicitarios. De esta forma, en una red social usada por muchos y que muestra un reflejo de su personalidad, las posibilidades que tienen los anunciantes son innumerables.
Dicho lo anterior, cobran especial relevancia los términos derechos y libertades fundamentales en la toma de decisiones, pues no se puede hacer referencia al análisis de datos sin contemplar un marco ético. Se requiere una guía para proteger a los usuarios, como el Reglamento general de protección de datos en la Unión Europea, que bien podría moderar el alcance de la prospección de datos y la perfilación.
Ante el escenario en el que aún no se ha implementado una regulación formal universal, vale la pena reflexionar sobre el rol que adoptamos en el entorno digital, de los beneficios que la Web nos ha traído, pero, sobre todo, del cuidado que debemos tener en estas plataformas.
Las redes sociales han llegado para transformar todo lo que antes se daba por sentado, y en esta conmemoración es importante ser conscientes del uso que les damos; reconocer que lo mucho que compartimos nos expone a diversos intereses, por lo tanto, resulta fundamental tener presente el valor de nuestra información.
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