Una necesidad mortalmente silenciosa
Por: Fátima Dolores Aceves Tepalt, estudiante de Ciencias de la Comunicación de la Universidad La Salle
Foto: PixabayEl internet es un regalo del mundo tecnológico moderno, una ventana, un escape de realidad dentro de nuestra burbuja diaria. Sin embargo, siempre nos olvidamos de realizar un análisis fuera de lo que observamos. El costo ambiental del internet es demasiado alto, pero este es el precio de una necesidad mortalmente silenciosa.
Desde hace algunos años, se notó un constante y extraño daño producido por el dióxido de carbono a la atmosfera de nuestro planeta, por lo que estudiantes de las universidades más prestigiadas a nivel global se han preocupado por ello y la razón fue inimaginable: las plataformas digitales y redes sociales que nos consumen y consumimos día con día.
Este gas es el que ocasiona el calentamiento global que si bien, no es el único que lo desencadena, es el que se ha generado con mayor frecuencia los últimos años. De hecho, el dióxido de carbono es el que ocasiona los gases de efecto invernadero el cual, entre muchos otros daños, incrementa el nivel del mar, aumenta el calor generando sequías irreversibles y los fenómenos geológicos son con mayor intensidad.
La relación del uso de la tecnología actual con este problema es bastante sencillo de comprender: la energía eléctrica que demandan las plataformas y redes sociales es abismal, por lo que la quema de combustibles fósiles trabaja las veinticuatro horas sin descanso, creando así, un foco rojo constante e interminable de contaminación ambiental.
Por lo que, entre más contenido multimedia y gráfico mantenga la plataforma, entre más pesado sea el documento enviado, aumentará proporcionalmente la energía, brindando una gota más de contaminación y así, un día menos a la tierra como la conocemos.
Derivado de la pandemia que comenzó en 2020, el uso y creación de plataformas digitales y redes sociales aumentaron en un nivel considerable. Si hacemos un recuento, las plataformas de streaming hicieron la vida más relajada ante el confinamiento pero, nuevamente, jamás nos preguntamos el cómo o por qué.
Netflix fue una de las plataformas con más consumo a lo largo de esta etapa tan complicada, sin embargo, el costo fue muy alto porque se calcularon, anualmente, más de veinticuatro mil toneladas de dióxido de carbono -solo tomando en cuenta el sitio web- producidas por esta misma.
Los trabajos y escuelas migraron al instante a plataformas como Zoom y se tomaron, fuertemente, de la mano de Google para no perder contenido ni calidad en la comunicación virtual. Esta última por su parte, genera alrededor de doscientas cincuenta y seis mil toneladas de CO2 anualmente y adicional a esto, Gmail produce el dióxido de carbono equivalente a ochocientos noventa millones de carros. Es lógico que el mundo se caiga a pedazos.
Otra distracción era Twitter por ser un medio versátil y Facebook por la cantidad industrial de memes que posee, no obstante, nuestra diversión es sumamente contaminante ya que, entre ambas redes, se generan más de ciento siete mil toneladas de este daño invisible para el medio ambiente. Es irónico querer salvar o hacer consciencia del cuidado al planeta con un tweet cuando eso lo contamina más.
Y ni hablar del incremento que tuvieron las compras en línea y la distribución de música mediante las plataformas. Amazon, por su parte, emite más de noventa y tres mil toneladas -del cual, más del treinta por ciento es de su versión en español- y Spotify produce de doscientas a trescientas toneladas de gas invernadero.
Pero el que se lleva las palmas en esta situación es YouTube. Sin darnos cuenta, derivado del alto nivel de calidad que exige y el evidente contenido multimedia que este mantiene, anualmente genera más de setecientos dos mil toneladas de dióxido de carbono disparados directamente a la atmósfera del planeta.
Si bien no es sencillo reducir el uso del internet y las herramientas que este nos ha brindado actualmente, hay que hacer un esfuerzo por limitar el impacto, consumiendo menos tiempo estos medios de comunicación. Es evidente que nuestra vida se mueve alrededor de los medios por su eficacia, rapidez y comodidad, pero retomemos hábitos saludables para el medio ambiente.
Soluciones hay: reducir el tamaño de correos electrónicos al igual que vaciar las papeleras, cancelar suscripciones que no se utilicen, optimizar energía de nuestro smartphone. Sí, el internet es una gran herramienta solucionadora, mágicamente de vidas, pero recordemos que nos estamos llevando el cuidado ambiental entre las patas.
Hagamos consciencia que nuestro entretenimiento va a costa del bienestar del planeta, dependemos directamente de él y él de nosotros.
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