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¿Estudiantes de bajos recursos son excluidos?

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En el país, aunque es una realidad concreta que del año 2000 a la fecha se duplicó el número de jóvenes que cursan estudios de nivel superior, lo cierto es que no todos los sectores de la población han resultado del todo beneficiados, sobre todo estudiantes de bajos recursos. Esto se dio a conocer recientemente en la Universidad Iberoamericana durante el foro virtual “Inversión social y equidad en educación superior: retos ante la pandemia”.

En ese espacio, la doctora Marisol Silva Laya, directora de la División de Investigación y Posgrado de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, comentó que el 2.7% de los jóvenes de entre 18 y 23 años que están matriculados en alguna institución superior pertenece a la población con bajos recursos.

Asimismo, la académica argumentó que existe 10.3% de mexicanos con ingreso bajo en esas edades. Así, al tomar en cuenta el porcentaje de jóvenes en condición de pobreza que estudian, los resultados muestran condiciones de limitado acceso a oportunidades educativas para ellos.

Pero las desventajas van más allá, pues también existe un rezago en la calidad de la educación. Datos de la conferencia muestran que sólo 50% de los universitarios en México están inscritos en programas de calidad acreditada ante autoridades educativas.

Para asegurar una igualdad educativa real, es necesario contar con programas de desarrollo integral. “Falta asegurar programas que promuevan el desarrollo integral de sus capacidades para ejercer su derecho a la educación”, argumentó la doctora Silva Laya.

 

«La lógica en México ha sido dar menos a quienes menos tienen. Es una lógica que hay que cambiar, para dar más a los que menos tienen”, doctora Marisol Silva Laya.

 

Cambios profundos para una mayor inclusión

 

En ese sentido, masificar las oportunidades de acceso a la educación superior es necesario pero no suficiente. Por otro lado se necesita diversificar los perfiles de los estudiantes que ingresen, garantizar la oferta de conocimiento de calidad y la permanencia del estudiantado.

Y es que, comentó la especialista, en la medida en que los alumnos no desarrollaron competencias básicas durante sus primeros años de escolaridad, fueron acumulando desventajas que, en la educación superior, se pueden convertir en barreras infranqueables.

La doctora Silva Laya igual mencionó que son necesarios cambios de innovación pedagógica y ajustes a las expectativas de los estudiantes y las escuelas.

“Las universidades no hemos sido capaces de responder a esa diversidad. Tampoco nos hemos enriquecido con esa diversidad de quienes se enfrentan por primera vez a la educación superior. Esto puede aportar un cúmulo de culturas, conocimientos y talentos, que aportan a la vida universitaria”.

Y agregó: “tenemos que pensar cómo revertir estos niveles de inequidad que ya existían y que se están profundizando. Debemos pensar en hacer las cosas de manera distinta para atender una agenda del pasado y para el futuro inmediato”.

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