¿Cabe más gente en el planeta o ya se llenó?
Opinión del doctor Andrés Bucio, filósofo de la ciencia, la tecnología, la energía y la naturaleza. Doctor en Ciencias Ambientales (PhD, Economía ambiental y para la sostenibilidad) por la Universidad de East Anglia (UEA) Reino Unido
Foto: PixabaySi organizáramos un concierto al aire libre al que fuera la humanidad entera, la superficie de la Isla Mauricio -esa pequeñita frente a Madagascar- bastaría para armarla, sin problemas. Sí porque, somos 8000 millones de seres humanos (un ocho con nueve ceros: 8,000,000,000). Pensando que, en todo concierto al aire libre, según va llegando la gente se suelen ocupar los lugares de adelante para atrás, hombro con hombro (para ver mejor), más o menos de a cuatro personas por metro cuadrado y así hasta terminar. Lo único que necesitaríamos, sería un recinto de 2,000 km² en bajadita (de preferencia).
La isla Mauricio tiene 2040 km², o sea que alcanzaría y todavía nos sobrarían 40 km² para puestos de comida y baños. Si la isla Mauricio no tuviese disponibilidad el día del concierto, se podría usar cualquier otra superficie equivalente a la que ocupa la CDMX más un pedacito del Estado de México, o bien la que ocupa la Zona Metropolitana de Guadalajara y sus municipios conurbados, que es casi del mismo tamaño que la isla Mauricio. Ahí podríamos hacer nuestro concierto.
El verdadero problema sería a quién tendríamos el valor de invitar a cantar ¿Carla Lafurtado? No querríamos que desde los primeros minutos empezaran los golpes y luego la desesperación y las estampidas en las que muere gente pisoteada, que en este caso tendrían que contarse por miles de millones.
Si quisiéramos no estar tan apretados, disponer digamos, de un metro cuadrado por habitante terrestre, los 9,104 km² de Puerto Rico serían la solución sobrada para los 8,000 km² que se necesitarían. Muy bien, dirás, pero hablando de cosas más serias, una persona no podría satisfacer sus necesidades básicas como saciar su sed, aplacar su hambre, encontrar cobijo y espacio vital, con tan solo un metro cuadrado de terreno en el que, para empezar, tendría que dormir parada como los pájaros para no invadir el metro cuadrado de alguno de sus cuatro vecinos.
¿Y qué tal si cada ser humano pudiera disponer de cien metros cuadrados para el sólo? Ello requeriría una superficie de 800 mil km², que es -para darnos una idea- menos de la mitad del territorio Mexicano y menos que toda la superficie de Venezuela. Es también un área un poco mayor a la de Texas y casi igual a la de Chile, Turquía o Mozambique.
Toda la anterior información es para ayudarnos a comprender tres cosas: que el tamaño de un ser humano no es el de su cuerpo sino el de sus necesidades, reales o imaginarias, es decir su huella ecológica. Que poco importa lo que digan los agoreros de la destrucción o los ideólogos del Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria, lo cierto es que todavía caben muchos seres humanos en el planeta con condiciones y esperanzas de vida nunca antes igualadas en la historia. Y finalmente: cada vez que hemos creído ser «demasiadas bocas que alimentar» los seres humanos nos las hemos ingeniado para aplazar el «día del juicio final» contra todo pronóstico catastrofista, desde el Malthusiano hasta el realizado por el Club de Roma.
Así es, hemos desarrollado tecnología y sistemas políticos que nos permiten ensanchar los umbrales de productividad impuestos por la realidad biológica y física, haciendo que los alimentos y los recursos naturales finalmente alcancen para nuestros objetivos de bienestar.
Por largos períodos históricos hemos podido también engañar un poco a la madre naturaleza, que siempre nos envía hambrunas, epidemias y guerras, a ver si así nos disuade de nuestro empeño en seguir “humanizando” al planeta en lo que hemos empezado a llamar Antropoceno: la era geológica del ser humano.
En el Antropoceno las cosas no son tan bonitas como parecen: a mayor éxito económico y riqueza per cápita, menos hijos la gente quiere tener y menos fe en sí misma parece sentir: como si toda esa opulencia generada en esta era, fuese una «riqueza terminal» no heredable, producto de una gran mentira. Sobre eso y más, la próxima semana.
andresbucio.com
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