La alfabetización siempre ha sido una de las métricas más importantes para determinar la calidad educativa de una escuela, de una sociedad y de un país en general. La capacidad de leer y de escribir de los alumnos era la base para obtener más conocimiento, para seguirse preparando y eventualmente poder conseguir un trabajo digno y próspero.
Desde hace algunos años la lectoescritura dejó de ser suficiente y a la alfabetización se le integró un nuevo componente: la capacidad de programar. La programación es no solamente un lenguaje universal, sino un componente altamente necesario para integrarnos en la revolución tecnológica actual y futura, para comunicarnos con los robots, con la inteligencia artificial y con todo lo relacionado al Internet de las cosas.
Esta nueva adición en las habilidades básicas necesarias significó un cambio radical en la enseñanza y en el tipo de carreras que las universidades ofrecen, pero como bien sabemos, la única constante es el cambio y las cosas vuelven a ser distintas.
Actualmente la conversación, irónicamente, se torna una vez más hacia lo obsoleto al centrarse en lo que será la habilidad de programar el día de mañana. Y no es que la programación dejará de ser necesaria, sino lo que es importante visualizar es que no seremos los seres humanos quienes tendremos que hacerla, será la misma inteligencia artificial la que hará dicha tarea; dándonos más tiempo para enfocarnos en lo que realmente es importante.
Pero ¿por qué pongo esto?. Creo que es un gran ejemplo de los grandes retos que enfrenta la educación ante un futuro tan cambiante, cuando incluso siendo vanguardistas e intentando darle a los alumnos herramientas que aparentan ser básicas y necesarias para el mañana, de un día a otro pasan de ser prioritarias a obsoletas y tenemos que volver a cuestionarnos una y otra vez qué es lo realmente importante que necesitamos enseñarle a nuestros jóvenes para que puedan salir adelante. La respuesta correcta en otro momento puede ser errónea en un instante distinto, y como instituciones educativas tenemos que reiterar constantemente, no dormirnos en nuestros laureles o regocijarnos en el éxito presente para seguir siendo relevantes.
Por esta razón cada vez estoy más convencida que la educación y la enseñanza deben enfocarse más en habilidades socioemocionales, en la capacidad interna de ser más que de hacer, exponenciar nuestra inteligencia creativa y compasiva para realmente poder trabajar en equipo por un bien común y construir un futuro digno, porque solamente desarrollando la capacidad de ser, podemos sacar nuestro máximo potencial y generar valor real para el mundo y la sociedad.
Por: Vivian Lan Agami, CEO de SingularityU en México.