Una propuesta para reordenar los esfuerzos en materia educativa de cara al futuro inmediato de jóvenes universitarios.
Más vale ser historiador que profeta, dicen por ahí; sin embargo, cuando se trata de pronosticar resultados con frecuencia se suelen decir comentarios más o menos realistas, ya sea para la quiniela de nuestro deporte preferido o desde una óptica un poco más académica de cara a las temáticas más complejas de nuestra vida en sociedad, como lo puede ser la educación.
Dado lo anterior, vale la pena preguntarse, ¿cómo podría entonces vislumbrarse el futuro de la educación para las y los jóvenes universitarios, de cara a los desafíos que presenta la realidad presente? Esto pudiera responderse de distintas maneras, pero aquí únicamente expondré unas ideas que me parecen importantes para reflexionar.
En primer lugar, mucho podría decirse sobre las demandas e influencias del mercado laboral, de las instituciones académicas, los agentes sociales y los intereses individuales; lo que presenta un escenario altamente complejo para conciliar estas exigencias. Sin embargo, conviene recordar que la educación por sí misma es exclusivamente humana, por lo que resulta clave a toda la persona, sin que ello excluya los demás elementos.
¿Cómo la tecnología puede ayudar a disminuir el estrés en los docentes?
Si se mira, un poco en retrospectiva, puede decirse que, en los más recientes tiempos, los sistemas educativos a nivel mundial colapsaron y la Escuela, como institución educativa tuvo urgentemente que aprender a enseñar en un entorno mediado por la tecnología. En ese sentido, los efectos de la crisis educativa, hoy cada vez más visibles, han heredado cuando menos, un profundo rezago académico y socioemocional en la población estudiantil.
Asimismo, podríamos decir también que uno de los desafíos más importantes, reales e inmediatos para la educación, es la propuesta pedagógica de la centralidad de la persona; por lo que, los recursos, herramientas, modalidades y tecnologías que caracterizan al nuevo ecosistema educativo han de entenderse como soporte para, impulsar y promover en las y los jóvenes, entre otras cosas, el desarrollo de competencias para la vida y para el ejercicio profesional.
Volver a una educación centrada en la persona, no es abandonar el progreso tecnológico y creativo que a lo largo de los últimos años se ha acelerado, por lo contrario, es ponerlos a disposición de que cada joven y más en la vida universitaria, se percate del mayor de los recursos, es decir de sí mismo, para que sea posible progresar en su aprendizaje como estudiante y en su ejercicio profesional.
Si se propone regresar a la persona, no se trata de olvidar la importancia del conocimiento, la tecnología y más, pero sí de poner en el mapa de la educación, a la dimensión afectiva. Sin ignorar que si bien hoy se tiene al alcance la inmediatez en la información, eso no significa que las respuestas al proyecto de vida se encuentran dando clic en un buscador, por lo que las decisiones más importantes de la vida, requieren otro proceso para asumirlas, ratificarlas o rectificarlas en las que el esfuerzo no puede ser ignorado.
Y para ello, es necesario recuperar entre tantas cosas, la alegría. Me cuesta trabajo pensar que a raíz de la pandemia la juventud pierda esta actitud y esto, por supuesto no pretende ser una receta contra los efectos psicológicos y el grave incremento de cuadros de depresión y ansiedad que distintos organismos han señalado. Se trata de remarcar el carácter preventivo de la educación y reconocer que la alegría no puede ser olvidada esta virtud es necesaria para promover el perfeccionamiento humano que al final de cuentas es el propósito de la educación.
Por último, hoy no es posible pensar una educación simplificada que generalice la optimización de tiempos, sino una educación que sepa distinguir entre lo necesario y lo contingente que no obedezca ciegamente las demandas del mercado, sino una educación que ponga en el centro a la persona y que promueva en las y los jóvenes lo necesario para la toma de decisiones de vida en una realidad que escapa a nuestro control, con alegría y capaces de perseverar en su vocación y trabajo para contribuir al desarrollo humano personal y social.