Ecofilia, una re-conexión tan natural
Opinión de Ricardo Phillips, Operating Partner Linzor Capital & CEO de Universidad Insurgentes
Foto: PexelsPara salvar al planeta los seres humanos no tenemos que “aprender a conectarnos” con la naturaleza, bastaría con re-conectarnos.
Esto es muy importante. Como especie, hemos pretendido alejarnos, tomar cierta distancia de la naturaleza por nuestra condición de seres “superiores”, pero formamos parte de ella, es un chip que tenemos puesto, diría mi amigo Mauricio Rendón, científico, comunicador y defensor del medio ambiente.
Así que, aunque nos mostramos ajenos, resulta imposible; formamos parte de ella y estamos casi completamente conectados: usamos a la naturaleza con gran eficiencia, aunque con bastante irresponsabilidad, y la conocemos bastante, al punto de pretender reproducirla y dominarla.
El bienestar que ha logrado la humanidad se debe al conocimiento que tenemos de ella. Desde el aprovechamiento del clima, las tierras, el comportamiento animal, hasta la creación de la vida misma.
Sin embargo, nos recuerda Mauricio, la parte emotiva la estamos dejando de lado y ahí es donde puede estar nuestro mayor error.
La ciencia y la técnica nos hizo olvidar por mucho tiempo (la ciencia también está cambiando) que formamos parte de la energía del universo, que somos polvo cósmico con vida.
Las religiones nos permitían ese contacto. Las más antiguas nos hablaban del dios del trueno, de la lluvia, mientras que las abrahámicas nos hablan de un dios único que creó el universo, que nos hizo de barro, de la propia tierra, lo que nos hacía sensibles a lo que pasaba con la naturaleza y la disfrutábamos y cuidábamos.
Pero ahora la vemos como algo ajeno, se le ve como un lugar al que hay que ir, y no como el lugar donde se vive (casi el 60% de la población vive en ciudades en donde se produce el 80% del PIB mundial, según el Banco Mundial).
Mauricio y yo coincidimos en que si le ponemos mayor énfasis a la parte emotiva vamos a lograr que más personas se interesen por cuidarla.
Hay que amarla, sentirla. Si hay que acudir al campo, a contemplarla, olerla, escucharla, sentirla o probarla, debemos hacerlo.
Los espacios urbanos nos protegen, pero nos han alejado de la naturaleza, es algo que tenemos que cambiar.
Las instituciones educativas estamos tratando de aportar nuestra parte para dejarle a nuestros alumnos la posibilidad de percibir esa realidad y hacerlos más conscientes de que necesitamos cuidar el medio ambiente.
Debemos contribuir a que las personas se encariñen de nueva cuenta con la naturaleza, de buscar vivir en armonía, lo cual también nos da paz emocional.
Aristóteles, por ejemplo, tenía la práctica de caminar en el bosque para reflexionar con sus alumnos; los japoneses se dan baños de bosque y Mauricio tiene su “bosque escuela” Odisea México, una experiencia que comparte desde 1983.
Si bien la arquitectura ha ido adoptando estas experiencias, en las zonas urbanas ya no hay esos espacios que nos ayuden a conectar con la naturaleza.
Los salones cerrados generan ansiedad, estrés o angustia, por lo que necesitamos hacer cambios para transmitir mejor esa conexión que tenemos con la naturaleza. En la Universidad Insurgentes estamos siempre consultando y buscando fórmulas para lograrlo. Las actividades vivenciales que hemos realizado en el Bosque de Tlalpan y en Chapultepec nos han permitido tener resultados favorables tanto en compartir la educación general, como la ambiental.
Con un poco de imaginación y aprovechando las herramientas digitales creo que podremos reconectar nuestro ser con la naturaleza. Hay que intentarlo.
Para conocer más sobre el tema los invito a enlazarse a mi perfil en LinkedIn o la ADN UIN Universidad Insurgentes.
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