Grandes obras como la majestuosa Torre Eiffel situada a la orilla del Río Sena, ‘El juicio final’ de 1541 de Miguel Ángel Buonarroti y ‘Don’t Panic’, grabada por el cuarteto londinense Coldplay, comparten un lugar en común; alguien en algún momento concibió una idea.
A la vista del lector, estudiante, profesor o miembro de la comunidad universitaria, una idea tiene su génesis en la persona que ejercita su razonamiento. Las ideas son bocetos en el lienzo de la mente, completamente listos para ser forjados para la posteridad o para ser desechados en el olvido.
Basta con recordar que las ideas requieren, vaya, un accionar para que dichas propuestas creativas se materialicen. Sin una acción propia, la idea se desvanece y perece en el subconsciente hasta que muere. Llevar a cabo una idea puede generar caos pero vale la pena tomar el riesgo si ésta no afecta a terceros.
¿Y qué decir de las ideas que mueren? Normalmente, una idea se pierde al momento que nace pues su anfitrión la desechará tan pronto no encuentre la aceptación de su principal interlocutor. Sin embargo en el ocaso de su vida, resultaría muy conveniente reflexionar el porqué de la idea, cómo es que llegó y a dónde intentaba llegar.
Tengamos en cuenta que, si el lector decidió estudiar hoy una especialidad en alguna facultad de Ciudad Universitaria en la Ciudad de México, compró una novela histórica que le hizo reflexionar sobre su vida o escribió a su influencer favorito y éste le respondió, todo ello partió de una idea que, cómo sabe, sin haber tomado el panfleto de la carrera, asistido a la librería o mandado ese tweet nada se hubiera logrado y eso, estamos de acuerdo, fue su idea.
Quizás, las líneas que recién ha leído le hayan generado una secuencia de ideas. ¿Qué piensa al respecto de ellas? ¿Las llevará a cabo? ¿O ya las despidió? Si se encuentra en el último caso, no se preocupe. Se dice que el ser humano tiene cientos de ideas todos los días, sin embargo estamos tan acostumbrados a esta generación espontánea que pierden todo valor. Lo más probable es que dentro de 7, 8 o 20 minutos le llegue una nueva idea. Avisado está.
Me imagino, estimado lector, que para este momento su concepto de idea ha cambiado. Quizá haya notado la importancia que cada idea merece y que su ejecución podría, literal, cambiar el curso de su vida. Le deseo que su vida universitaria le colme de ideas que impacten positivamente en la sociedad porque, para eso, alguien tuvo la idea de crear su Universidad.
Alejandro García Romero
Para EL UNIVERSAL