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Pocas cosas educan tanto como viajar

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En 1450 Gutenberg creó la imprenta y revolucionó el mundo del conocimiento. Su invento permitiría hacer cientos de copias de un mismo texto con una rapidez y a un coste nunca conocido antes, facilitando la educación en una Europa que salía de la oscuridad de la Edad Media y se encaminaba al Renacimiento.

Sin embargo, no todo el mérito fue suyo. La impresión de libro y la difusión científica y cultural fueron posibles gracias a un invento anterior que tuvo lugar en China: el papel. En el año 105 el cortesano chino Ts’ai Lun inventó el primer papel artesanal. Esta tecnología fue descubierta por los árabes en sus viajes comerciales, que luego fueron extendiendo su uso hasta llevarlo a Europa.

Fue necesario que estas dos tecnologías, estas dos ideas, se unieran para que se produjeran libros de forma masiva. Esto fue posible porque uno, o muchos, comerciantes curiosos viajaron de un extremo al otro de Eurasia, llevando consigo estas técnicas. El comercio, el viaje de ideas y productos han generado siempre a su vez nuevas ideas más sofisticadas y mayor bienestar al permitir el intercambio de conocimiento entre un número mayor de humanos. La decadencia del Imperio chino no se dio por casualidad cuando decidió aislarse del resto del mundo.

Esto continúa siendo así en gran medida. Aunque hoy gran parte de los conocimientos pueden ser difundidos por Internet, sobre todo los “hard skills”, viajar permite no solo leer sino experimentar en primera persona otras formas de vivir, de socializar y de trabajar que ofrecen a quien se mueve por el mundo con los ojos abiertos, unas habilidades y conocimientos difícilmente alcanzables de otra forma.

Claro que, para aprender del mundo, además de disfrutar del proceso, es necesario llevar un espíritu de viajero que se mezcla con la gente local y diferente a uno, en lugar de adoptar el rol de turista, una palabra no tan glamurosa que se suele relacionar más a moverse por el mundo con un grupo de personas de cultura similar y por lugares y espacios creados específicamente para el turista rápido y superficial.

Quizás por eso cada vez más muchas de las universidades más prestigiosas, las escuelas de negocios y hasta algunos bachilleratos incluyen estancia en el exterior como parte de su programa formativo. Uno de los mayores experimentos en este sentido ha sido el programa europeo Erasmus que en su curso 2019-2020 permitió que más de 830,000 profesores y estudiantes se desplazarán a otros países de la Unión Europea. Un éxito educativo, pero también político al haberse convertido en una de las columnas principales de la construcción política europea. No es el único caso: la OEA (Organización de Estados Americanos) a través de su portal http://educoas.org/portal/ impulsa la movilidad en el continente americano.

Muchas universidades a nivel particular, como IE University en la que trabajo, organizan un periodo de intercambio para sus estudiantes en Asia, Europa o América, incluyendo estancias en México en el caso de la IE School of Architecture and Design, o recibiendo a profesionales de las grandes universidades mexicanas en Madrid.

Viajar con los ojos abiertos permite conocer la diversidad del mundo y sus gentes. Los rankings más prestigiosos de educación, como el que realiza todos los años Financial Times, lo tienen en cuenta en sus clasificaciones. La diversidad en las aulas o los estudios en el extranjero mediante intercambios o estancia de cursos completos, permiten entrar en contacto con nuevas ideas y técnicas, diferentes formas de organizarse que facilitan al estudiante o al profesional desarrollar unas “soft skills” más necesarias que nunca en un mundo global.

Quizás el próximo gran invento provenga de la unión de dos ideas que existen por el mundo y que un estudiante inteligente sepa combinar, como ocurrió con el papel chino y la imprenta alemana. China, que fue la cuna de algunos de los grandes inventos de la humanidad y pasó a ser uno de los países más pobres cuando se aisló del mundo, lo sabe. Quizás por eso en 2019 más de 700,000 estudiantes chinos salieron de sus fronteras para formarse.

Parafraseando al escritor galo decimonónico Emile Zola, “nada desarrolla tanto la inteligencia como viajar”. Sabía de lo que hablaba, porque él mismo vivió en el extranjero en una época en la que Francia era una de las potencias hegemónicas en el orden mundial.

 

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