Gordofobia: la discriminación socialmente aceptada
Por: Fátima Dolores Aceves Tepalt, estudiante de Ciencias de Comunicación de la Universidad La Salle.
Con el crecimiento de las redes sociales, el activismo del body positive ha aumentado en los últimos años, brindando una nueva conceptualización de los cuerpos. Sin embargo, hay que reconocer que, en esta batalla, las personas gordas llevan las de perder. Bienvenidos a una discriminación socialmente aceptada y solapada: la gordofobia.
La gordofobia es el odio, rechazo y violencia -física, emocional y mental- hacia las personas por el hecho de ser gordas. Esta va de la mano con la violencia estética -a la par del machismo– en la que se presiona socialmente a una persona para encajar en los estereotipos enfermamente establecidos.
A las personas gordas, desde temprana edad, se les hace creer que deben odiar su cuerpo, que al no tener un aspecto estereotipado, no son merecedores de amor, felicidad o éxito laboral y esto solo desemboca en la búsqueda de dietas inhumanas, cirugías plásticas y, de no encontrarlo, desarrollar un trastorno de conducta alimentaria.
La realidad de las personas gordas es que se les ha estereotipado con rasgos negativos: falta de salud, higiene, atractivo, belleza y éxito, pero ¿cómo combatirlo? Cuando los profesionales que pueden ayudar como médicos, nutriólogos, psicólogos y coaches, lucran con el dolor de esta gente, promoviendo que, fuera de aprender a amarte, aprendas a tenerle miedo a la comida y fomentan el odio a tu cuerpo.
Lamentablemente, la gordofobia se ha encargado de minimizar las razones del entendimiento hacia el por qué una persona es gorda, generalizando todo hacia el hecho de falta de buenos hábitos. La gordura es multifactorial: genética, tiroides, síndrome de ovario poliquístico, trastornos de conducta alimentaria y la cultura de las dietas.
La cultura de las dietas se ha jactado de moralista cuando es absolutamente cruel: brindar una esperanza de felicidad a una persona gorda que vive bajo la penumbra de la gordofobia. Crean una desconexión corporal en la que se pierden las señales de necesidad básica de cualquier ser humano: hambre, sed, cansancio, saciedad. Todo pasa a segundo plano cuando estas acciones te pueden alejar del “peso ideal.”
Por mínima que sea la desviación de la persona sobre la comida, este tendrá un sentimiento de culpa que no solo desencadenará castigos propios involuntarios, sino que tiende a una caída rotunda en un trastorno de conducta alimentaria.
Los planes alimenticios brindados por nutriólogos “peso-centristas” -nutricionistas que no se preocupan por otro factor de evolución personal que no sea el peso- han encontrado una mina de oro en esta sociedad gordofóbica. Al ser un plan de restricción alimenticia, las dietas mantienen un círculo vicioso en el que la persona saldrá difícilmente: rebote – dieta – restricción.
Es de aclarar que la persona no es la culpable, la responsabilidad recae en la gordofobia y las personas que fomentan esta discriminación, porque no es hasta que se realizan comentarios y acciones gordofóbicas que la persona comienza a tener pensamientos negativos, en una licuadora de pensamientos autodestructivos, hacia su persona y que por ello, busca adelgazar.
Entonces caemos en una conclusión grave: las personas que son atacadas con estos pensamientos no quieren adelgazar por voluntad propia, lo hacen para poder ser socialmente aceptados. A esto hemos llegado, a tener que cambiar sin importar el bienestar de cada individuo para poder encajar en una sociedad voluble y gordofóbica.
La gordofobia se ha encargado de crear la consciencia de que si no eres talla chica, estará mal tu cuerpo y esto nos lleva a otro factor con el que las personas gordas lidian día con día: la industria de la moda. Las campañas de moda curvy o plus size son incoherentes, se han idealizado a las personas gordas con moldes despampanantes, cuando la realidad es que los medios han creado una imagen irreal de los cuerpos gordos.
La violencia estética ha generado que no se encuentren tallas grandes en tiendas físicas, pero sí en tiendas de fast fashion, en el que por más que se intente cuidar al ambiente, no hay opciones para hacerlo por la gordofobia mediática, la incomodidad que la gordura genera en el consumidor de medios.
Esta ideología tiene que parar. Es sofocante el hecho de no poder amarnos tal como somos, sin importar el tamaño y forma de nuestro cuerpo, es doloroso el crear un pensamiento de odio constante hacia una persona por el simple hecho de existir, debemos de humanizarnos.
No, querer derrocar la gordofobia no es promover la obesidad, es exigir respeto hacia el cuerpo ajeno y entender que las opiniones -de cualquier tipo- hacia los cuerpos de los demás no debe de realizarse porque no conocemos el proceso impropio porque el problema no es la persona, el problema es la sociedad que se ha jactado de moralista cuando en realidad, es la gordofobia disfrazada.
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